jueves, 2 de septiembre de 2010

La espina en la flor, segunda parte

Explico ahora los términos que usé para calificar estos poemas (mestizos, híbridos, transicionales), todos ellos ambiguos e insuficientes (tomados al paso). Mestizos, quizás porque amalgaman lenguas y, en ese sentido, idiosincrasias y orígenes geográfico-históricos. Afortunadamente, en estos casos no se trata de rendir cuenta de la herencia cultural, casi siempre con orgullo nacional sin ribetes (lamentable límite que se autoimponen algunos autores), sino de recrearla, reactivarla en torno de la propia voz. Por ejemplo, en el poema de Bojórquez, la presencia paródica de la lengua inglesa es un guiño crítico a la frivolidad de la cultura media y mediática de gran parte (si no de todo el conjunto) de las clases sociales urbanas de Latinoamérica. Junto a él, dicen así estas Cantigas de Alí Calderón (Ciudad de México, 1982), releyendo la tradición hispánica en clave también paródica, como invitándonos a recordar que este amalgamamiento cultural no es nuevo, sino constitutivo de nuestros discursos literarios y que por ello se ha transformado en instrumento y tema recurrente de muchos poetas de su generación (otro ejemplo brillante podría ser Luis Felipe Fabre):

Non sé si los tus versos,
afamado poeta,
son muy mexores que los míos
o si te comportas, según el usaje,
con las presentaciones de librelos.
Sólo sé, aguirnaldado mester,
que so la tu tumba
un heptasílabo
habrá de retumbar:
don hijo de la puta.

Estos textos son híbridos, porque combinan géneros literarios, subgéneros líricos y muestran sus costuras (debilidades y fortalezas). El humanismo clasicista (casi siempre recalcitrante y retrógrado) se pone también como un tema susceptible de ser analizado. No se trata sólo de la reedición del género epigramático, sino de poner en evidencia que las nociones de lo lírico son multiformes, proteicas. Para muestra un botón (este poema rezuma Quevedo, dirá alguno; es inevitable leer con los ojos de la propia educación literario-sentimental). La irrupción de lo coloquial (“las musas me la tocan”) rompe con el horizonte de expectativas del lector, dibujado alrededor de la solemnidad como condición de lo poético. Esta actitud va más allá de la anti-poesía, es más lúcida y potente en la medida en que también es explícitamente metapoética (crítica cultural):

[Misterios Eleusinos]

En la ominosa oscuridad de Eleusis,
cuando el trance más profundo,
Orfeo, de la música, me concedió su don.
Hoy, en mi calidad de semidios,
no toco más la flauta
… las musas me la tocan
                                     y están embelesadas.

Recuerdo un grafito pompeyano encontrado debajo de dos falos dibujados en alguna pared de Cerdeña: Veo dos vergas. Yo, el lector, soy la tercera (Cfr. Grafitos amatorios pompeyanos, Introducciones, traducción y notas de Enrique Montero Cartelle, Barcelona, Planeta DeAgostini, 1995). La actitud apelativa le va dando identidad a los textos de Calderón. La polifonía es, por definición, dialógica (también en el sentido apelativo). En su caso, la diatriba es un arte mayor, como el siguiente poema lo demuestra:

[Un poema de amor]

La crítica destrozó mis poemas:
opinó que hay mierda en cada uno de los versos.
¿Y cómo no? En todos aparece tu nombre.

Este trabajo intenso y consciente sobre los límites mismos del género lírico desemboca en textos que he llamado (no sin premura) transicionales. Y es que se instituyen como entes nómadas, inter-genéricos. Estos poetas no temen experimentar, pues saben cómo hacerlo con rigor, sin la torpeza de tantos otros, víctimas de su propio entusiasmo. Transcribo el poema Enfermedad de Talking de Jair Cortés (Calpulalpan, Tlaxcala-México, 1977). En él descubro ejecutado en parte el principio del Creacionismo de Huidobro de que la nueva literatura debía “escapar de todo parentesco con la realidad” y buscar solo la realidad interior, “la verdad de la vida y la verdad del arte”, con el fin de lograr un arte superior al medio, en el que la sensibilidad predominara sobre la inteligencia. Vale matizar en el caso de Cortés: la sensibilidad modula la inteligencia.

Puso incendio para el café,
quitó la tapa del cerillo
y se sacudió los perros de la cabeza.

La ventana de su librero
dejaba entrar la caja vieja de zapatos
que días antes había visto envuelta en el diciembre agrio y
tostado del vaso.

Miró su rostro en el cajón:
sintió entonces la pintura correr por su latido,
ánimo del suelo el de su cuerpo recostado sobre la fina azotea
comprada en Venecia.

Preguntó por ella:
respondió el toc (tic tac) toc de un pájaro que voló dentro de la
licuadora.

-No sé más de mí-
contestaron las voces terribles de su gripe
que, a estas alturas de la fragancia, habían ya cocinado una pasta
compuesta con letra de molde.

 Alí Calderón (Ciudad de México, 1982). Ha publicado los libros: Imago prima (2005), Ser en el mundo (2007) y La Generación de los 50 (2005). Fue coordinador de la antología La luz que va dando nombre: Veinte años de la poesía última en México 1965-1985. Ha recibido premios dentro y fuera de su país. Es profesor universitario y cofundador de la revista electrónica Círculo de Poesía.

Jair Cortés (Calpulalpan, Tlaxcala-México, 1977). Es poeta, traductor y promotor cultural. Ha publicado los libros: A la luz de la sangre (1999), Tormental (2001), Contramor (2003), Caza (2003), entre otros. Preparó y prologó con Rogelio Guedea el libro A contraluz. Poéticas y reflexiones de la poesía mexicana reciente (2005). Es miembro del Consejo Editorial de la revista electrónica de literatura Círculo de Poesía.

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