jueves, 9 de septiembre de 2010

Delicioso inventario de culos. Sobre un poema de Amanda Berenguer

Decenas de culos desnudos. Culos que besan las hadas. Culos que atormentan los demonios. Culos con patas. Culos alados. Decenas de culos sodomizados. Uno de los últimos poemas que escribió la poeta uruguaya Amanda Berenguer (Montevideo, 1921-2010) se titula Los culos de El Bosco (en La Cuidadora del Fuego, Recopilación y postfacio de Roberto Echavarren. Entrevista por Silvia Guerra, Montevideo, La Flauta Mágica, 2010). En él describe su fascinación por las imágenes demenciales del famoso pintor flamenco: “Hojeando el fabuloso libro – empecé a mirar / con cuidadosa morosidad hasta los más / pequeños detalles (tanto como lo permitían / las reproducciones) todos sorprendentes”. En efecto sorprende que El Bosco se haya interesado tanto por el culo, en una época en la que la sodomía se consideraba un pecado. Pero más cautivante es aún la actitud crítica de Berenguer, que se vale de los cuadros del artista neerlandés para evidenciar la misoginia y homofobia detrás de los discursos predominantes de la cultura occidental, tanto hoy (en el siglo XXI) como entonces (a finales del siglo XV): “¿Los culos están de moda (circa 2005)? / Aunque se trate en general del culo de las mujeres - / mientras en El Bosco son todos culos de hombres”.

En la época de El Bosco, la lujuria se consideraba, en gran medida, el origen de los demás pecados. La humanidad que rompe las leyes teológicas y se condena al Infierno es el tema de las escenas eróticas de ese artista. La aparente libertad (o libertinaje) de la sociedad contemporánea aparece insinuada como el anverso de la reflexión de Berenguer: “¿Qué significan? ¿Creaciones de la libido? / ¿Homoerotismo? ¿Autosatisfacción? / ¿Lo bello fantástico? / Sobre campo con ojos y bosque con orejas - / los culos desnudos de El Bosco”. La respuesta de la auténtica poesía jamás es categórica. El umbral de la duda queda siempre despejado en las evocaciones y sugerencias de la palabra exacta, a veces meditada y otra azarosa, de los mejores poemas. La voz poética de Amanda se limita a describir los cuadros, pero detrás de ese lenguaje aparentemente neutro se revelan las sentencias que constituyen su manera de ver el mundo: “Aquí estos culos no están solos - / la mayoría están enlazados.” La defecación que abona los cultivos es el reverso de la boca que los ingiere. Eros y Thánatos, cara y cruz/culo de la moneda de la vida.

El título del libro, La cuidadora del fuego, determina con claridad la posición de Berenguer al respecto. En la historia natural, falo/logocéntrica, el macho sale de la caverna a cazar, acumula bienes y domina la naturaleza, mientras la hembra se queda a cuidar de las crías, vigila los sembríos y mantiene viva la hoguera. El Bosco hereda, vía el cristianismo, la impronta que Berenguer revierte con su poema. Cuidar el fuego implica lograr que la comunidad se asiente y persista sobre el sentido de pertenencia a un lugar. Es la mujer quien cuida la herencia primordial y facilita que la especie prospere. El mundo no proviene de la palabra/ley/revelación que sale de la boca del hombre/profeta/dios, sino de la pulsión/impulso/función que viene del culo/vagina/vientre de la mujer/madre/naturaleza. En una imagen de Berenguer/El Bosco se resume esta certeza: “Un brazo de esta criatura sostiene / el culo y las piernas – del culo sale / una bandada de golondrinas negras”. Sin solemnidad ni grandilocuencia, Amanda Berenguer nos devuelve la experiencia de mirar la poesía con otros ojos y con ella el entendimiento de nuestro propio origen.

La visión, de algún modo anti-Pan/pro-Cibeles, de esta parte de la poesía de Berenguer, se asienta en un mundo de referencias hogareñas, familiares, cotidianas: “Yo siento que soy transparente y que el mundo se me mete todo dentro de casa y también salgo. No tengo sensación de estar dentro de una casa. Siento sensación de estar dentro del mundo. Será muy pretencioso, pero siento que estoy en un lugar donde las cosas me son propicias”. La copiosa y polifacética obra de esta poeta uruguaya y la atención que ha recibido de parte de los lectores y la crítica del continente me eximen de comentar algo más acerca de su trayectoria literaria. Gracias a la generosidad de Roberto Echavarren, tuve en mis manos este inquietante libro a inicios de este año. Fue él quien se encargó de editar el libro, una vez que la enfermedad le impidió a Berenguer terminar la tarea de revisar y transcribir sus últimos manuscritos. Apenas en estos días he terminado de leerlo. Vayan estas pocas palabras a manera de un modesto homenaje a la Berenguer y con un abrazo de renovada amistad y admiración para Roberto.
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Amanda Berenguer (Montevideo, 1921-2010). Su obra abarca una veintena de libros de poesía, numerosos premios nacionales e internacionales, y una tenaz labor como editora. De su copiosa obra se destaca La Dama de Elche, debido a que con él obtuvo los principales premios que se otorgan en su país. A pesar de ser integrante de la llamada Generación del 45, la diversidad de su obra la ubica más allá de toda categorización y membrete. Su poesía se ha traducido a varias lenguas y consta en numerosas antologías del continente.

1 comentario:

  1. muy buen texto brother...si puedes cruzame el texto de Bereguer, que ya me dió ganas de leer el poema completo.

    fernando

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